¿Cómo no estar de acuerdo que la figura de Piñera como presidente de Chile es terrorífica?. Lo es, sobre todo para la gente que trabaja en el arte y la cultura, en especial después de la publicación de una entrevista en la que el candidato señala que los fondos concursables para creación no estarían sujetos a la evaluación de un especialista sino, a la consulta popular, (como los plebiscitos de Vitacura, pero esta vez con la pregunta “¿que quiere ver la gente?”), levantando la subjetividad dominante a través de más espectáculos masivos que no busquen la reflexión sino más bien una entretención enajenante para continuar perpetuando de manera simbólica el actual estado de cosas, herencia de lo que 17 años de dictadura y 20 años de concertación han logrado instalar.
La propuesta de Piñera resulta aberrante, sobre todo para los artistas independientes que vemos en los concursos públicos una forma de financiamiento que, a veces, gracias a la figura de los evaluadores elegidos a partir de sus competencias, posibilitan incluso que obras con contenidos políticos distintos a la línea editorial oficial sean aceptadas y difundidas.
Esta especie de horror ante la figura de Piñera, que es justo, acarrea un peligro, podría levantar tácitamente la candidatura de la concertación, que es representada por uno de los integrantes de su ala más reaccionaria como lo es la dinastía Frei. No debemos olvidar los negociados que hizo este señor en su mandato anterior, la venta indiscriminada de nuestros recursos naturales, y medidas que iban concretamente a empeorar las condiciones de vida de los trabajadores de Chile.
Tampoco debemos olvidar que las políticas culturales de la concertación también apuntan a levantar a un sector elitista de la cultura y construir un país en los pilares del neoliberalismo, ¿es justo sentir tanto miedo?.
No creamos que hay diferencias profundas entre estos dos bloques, no olvidemos que ambos juegan para el mismo lado, levantemos una alternativa independiente por un arte independiente y no perpetuemos
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