2013


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ASAMBLEA CONSTITUYENTE

NUEVA CONSTITUCIÓN

domingo, 20 de octubre de 2013

A cuarenta años del golpe

Este año se conmemoran los cuarenta años del Golpe militar de 1973, uno de los sucesos más sangrientos de nuestra historia presente y momento clave para el desarrollo del capitalismo en Chile. El golpe fascista no sólo terminó con el gobierno de Salvador allende y la Unidad Popular, también puso fin, a sangre y fuego, al movimiento popular iniciado a comienzos del siglo XX y que llevaría al gobierno, tras décadas de lucha, muerte y organización, a un presidente de los trabajadores. La dictadura de Pinochet y de la derecha tradicional hizo todos los esfuerzos por acabar de raíz la más mínima señal de organización popular; a través de la tortura, la persecución y el amedrentamiento constante, la introducción de la pasta base y una larga lista de etcéteras, los ideólogos de la dictadura fascista redujeron a cenizas el trabajo de casi un siglo de organización amparados en el aparato legal que les da la Constitución Fascista del 80. 
Sin embargo, y a pesar de los gobiernos y de las políticas atomizadoras de la Concertación, en los últimos años ha comenzado a generarse un fuerte movimiento social como hacía décadas no presenciábamos. Las movilizaciones estudiantiles,  Aysén y Freirina son ejemplos de este fenómeno que logra cada día mas amplitud y simpatía popular. Consignas como nacionalización del cobre, gratuidad en la educación o cambio de Constitución a través de una Asamblea Constituyente dan cuenta de un avance en el nivel de conciencia de las masas populares y de la politización de gran parte de la ciudadanía.
Es en medio de este escenario que llega el momento de conmemorar los cuarenta años del golpe. Al observar cómo la Alianza por Chile y la Nueva Mayoría, ex Concertación, llegan a acuerdos para consensuar una misma idea frente a un hecho histórico del que muchos de ellos participaron como evidentes adversarios, no podemos sino constatar  que desde la vuelta a la “democracia” ambos bloques neo liberales se han coludido descaradamente para imponer a cualquier precio un modelo que sólo genera injusticia y violencia, que enriquece a los grandes empresarios nacionales y a los grandes conglomerados económicos trasnacionales.
Todos reconocen lo inapropiado del golpe militar y lamentan sus trágicas consecuencias, todos llaman al perdón, la reconciliación, al concenso y la unión de los chilenos, unos más unos menos reclaman por justicia y castigo.
Pero hay algo más en lo que todos coinciden: en que el golpe de Estado no se hubiera producido si el gobierno de la Unidad Popular hubiese podido contener a los grupos extremos que estaban dispuestos a pasar por encima de la constitucionalidad imperante. Incluso el Partido Comunista, actual aliado de la Nueva Mayoría, ha expresado a través de su presidente, que en ningún instante ellos habían, a diferencia de otros, intentado romper los márgenes de la legalidad, y para que hablar del “socialista” Escalona, quien en un acto de patetismo propio de los títeres y rastreros, pidió perdón al país, a la historia, por haber dejado que la coyuntura política y social para un golpe de Estado tomara forma.
En todos lados desde programas de televisión, miniseries, obras de teatro, discursos políticos y declaraciones públicas se expone la imperiosa necesidad  de evitar cualquier experiencia política y social que pueda compararse con el desorden, contradicciones y enfrentamientos inevitables en un momento histórico como ese, en el cual las fuerzas populares enfrentaban la posibilidad concreta de tomar el poder desde una perspectiva revolucionaria.
Toda esta estrategia comunicacional tiene, a nuestro criterio, directa relación con el resurgimiento de los movimientos sociales y las demandas que se instalan cada vez más en el imaginario de los chilenos, tiene directa relación con el movimiento estudiantil, con las demandas de una nueva constitución y la articulación de un futuro poder constituyente.
Es el esfuerzo desesperado de los bloques neoliberales, sus aliados y sus díscolos por mantener el orden social, por mantener la paz social, por mantener sus privilegios, cuidar los intereses de grandes empresas, recibir enormes “donaciones” para sus campañas presidenciales, aumentar las ganancias de sus propias empresas, en fin, el esfuerzo desesperado por perpetuar el actual orden de cosas, con las desastrosas consecuencias que esto acarrea para millones de chilenas y chilenos.

Es enorme lo que está en juego, es por ello que no se ha trepidado al momento de defender los intereses del capital. Más de ochenta muertos políticos, asesinados en los años de nuestra ansiada democracia. Más de ochenta asesinados. Esa es la cifra terrible que  oscurece los últimos años de la historia de nuestro país.

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