Estas última semanas se ha generado un conflicto entre el gobierno y la ahora opositora Concertación debido a la autoría intelectual de las propuestas expuestas por Piñera este pasado 21 de Mayo. Frente a esta polémica varios integrantes del Senado y la Cámara de Diputado han expuesto sus puntos de vista. Entre ellos nuestro querido Longueira (sí, el de "la tenís corteira") expuso una impresión de una lucidez inusitada para el personaje: él no comprendía por qué la Concertación acusaba al gobierno de “continuista” cuando, dijo, “ellos gobernaron durante 18 años como un gobierno de derecha, entonces es natural que seamos continuistas”. Brillante Longueira. Lo dijimos una y otra vez durante la campaña presidencial, invitando a votar nulo dado que los dos candidatos representaban los mismos intereses, los intereses de las transnacionales y los grandes grupos económicos nacionales, es decir los intereses de los ricos de Chile y de todo el mundo. Lo dijimos una y otra vez, y sin embargo gran parte de los que desean un cambio profundo y real para Chile insistieron en establecer una diferencia entre ambos candidatos, como si de verdad creyeran en la existencia de un mal menor, cuando el mal es uno solo, y lo sustentan tanto la Alianza como la Concertación: el modelo político y económico bajo los cuales desarrollamos nuestras relaciones personales y sociales.
Nuestros compañeros trabajadores del arte y la cultura que temían que el gobierno de Piñera perjudicaría el “enorme” desarrollo del arte y la cultura impulsado por la Concertación pueden estar tranquilos, hasta aquí no ha cambiado nada, y es lógico, si los gobiernos anteriores concibieron y desarrollaron arte y cultura de mercado como lo hicieron con la salud, la educación o las relaciones laborales es normal que la Alianza continúe con esas políticas, pues son las correctas para el modelo económico que todos ellos, juntos como hermanos, han desarrollado. El único peligro real es que la Alianza tenga la capacidad y el descaro que la Concertación no tuvo para profundizar y radicalizar la condición mercantil del arte y de nuestro patrimonio cultural.
El nuevo Centro Cultural Gabriela Mistral será una de las estrellas en el mes de la Celebración y los protagonistas de este evento, los llamados a engalanar con sus creaciones la fiesta, seguramente serán los mismos que le han dado vida al “crecimiento” de la actividad artística durante los gobiernos de la Concertación y el público seguirá “bajando” a ver los espectáculos al centro de Santiago, a no ser que opten por una de las numerosas salas que se van instalando en el “barrio alto”. Quizá debieron construir el Gabriela Mistral en Vitacura.
Longueira nos ha dado una lección de lucidez política. Espero que ilumine el camino hacia la convicción de que es urgente crear un frente amplio de individuos, partidos y agrupaciones sociales que trabajen juntos para generar un cambio de Constitución que nos permita optar democráticamente a fórmulas de Gobierno que protejan los intereses populares y no los intereses de los bicentenarios depredadores de nuestro país.
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